Rutilio Grande, el profeta mártir salvadoreño

Texto Iván Escobar / EC

Los pocos textos que dejó el padre Rutilio Grande, como testimonio de su labor pastoral, y los innumerables testimonios de aquellos que le conocieron y escucharon por diversas partes, dejan en claro la cualidad profética y martirial de este pastor, asesinado por los Escuadrones de la Muerte, en marzo de 1977.

Fue un 12 de marzo de 1977 cuando la situación social y política del país era delicada, tiempos en que la represión y persecución contra toda voz crítica al régimen de la época, era el día a día. El padre Rutilio fue asesinado junto a dos de sus seguidores, don Manuel Solórzano y el joven Nelson Lemus, los tres han sido beatificados, y están siendo valorados por la iglesia católica, elevarlos a los altares, es decir, declararlos santos, por haber sido asesinados por el odio a la fe, que truncó sus vidas y evidenció el nivel de odio que se vivía en el territorio salvadoreño en aquellos tiempos.

El religioso se dirigía a El Paisnal, como parte de los oficios religiosos de la novena de San José, cuando fueron interceptados por un grupo de hombres, que les asesinaron a sangre fría. Se sabe que días antes las amenazas contra el padre Rutilio habían aumentado. 

La voz del padre Rutilio incomodó a las familias terratenientes que explotaban la mano de obra de humildes campesinos, por la siembra de la caña; molestó incluso a religiosos y sectores conservadores por su voz crítica y el interés de que su gente entendiera el porqué de las cosas.

“Sin pretenderlo y precisamente por eso, Tilo tenía un liderazgo indiscutible y no se equivocaron cuando quisieron asestar un golpe certero a los jesuitas, a la iglesia y a las mayorías pobres salvadoreñas”, destaca el padre Jon Sobrino en 1992 en el escrito de presentación del libro del padre Salvador Carranza, “Romero-Rutilio vidas encontradas”.

El sacerdote jesuita precisa que en este libro se “narra” el encuentro de “dos vidas salvadoreñas excepcionales”, refiriéndose al padre Rutilio y a Mons. Oscar Arnulfo Romero, también asesinado por los Escuadrones de la muerte, tres años después, es decir, el 24 de marzo de 1980. Ambos religiosos fueron testigos de la vorágine de violencia que sufría el pueblo salvadoreño, y enfrentaron cada uno en sus territorios, las amenazas y odios día a día.

Este libro del padre Carranza, “se ha convertido ya en uno de los custodios de los santos lugares del país”, aseguraba Sobrino, en referencia al trabajo territorial y comunitario que les caracterizó a ambos mártires.

Romero y Rutilio

Muchos consideran que la “transformación” que habría sufrido Monseñor Romero, fue a partir del asesinato del padre Rutilio, amigo de gran peso, y en quien el Arzobispo Romero, veía a una persona comprometida con la iglesia, pero sobre todo en que la comunidad entendiera e interpretara la palabra de Dios.

Y es que las misas oficiadas por Rutilio, estaban cargadas de interrogantes, de cuestionamientos y también los feligreses podían contestar o escuchar respuestas que les permitían entender la palabra.

“El cristiano no tiene enemigos. Son nuestros hermanos Caínes. No odiamos a nadie. El amor, que es conflictivo y que exige en los creyentes y en la iglesia como cuerpo, la violencia moral. No he dicho violencia física. ¡La violencia moral! – lo digo para la grabadora, porque vi a lo largo del camino grabadoras que no son de los fieles que oían al Padre Mario; son de los traidores de la palabra de Dios! –…” comentó en aquella homilía de Apopa donde a iniciativa de él, la iglesia se expresaba en defensa de un párroco que había sido expulsado.

“…sorpresivamente ha sido expulsado con violencia moral de hechos precipitados en cadena…contra todos los derechos humanos y lamento que en mi tierra esto ocurra…”, señaló en esa ocasión en defensa del padre Mario.

Remarcaba ante la feligresía católica, que “…ser sacerdote hoy en nuestro país…un pobre sacerdote o un pobre catequista de nuestra comunidad, se le calumniará. Prácticamente es ilegal ser cristiano auténtico en nuestro medio…las estadísticas de nuestro pequeño país son pavorosas a nivel de salud, de cultura, de criminalidad, de subsistencia, de la tenencia de la tierra. Todo lo arropamos con una falsa hipocresía y con obras suntuosas”, cuestionaba Rutilio, según el registro que dejó en su libro, el padre Carranza.

Un misionero

El padre Tilo como también era conocido por su pueblo, era un hombre dedicado a la labor pastoral, y emprender la misión formadora y educadora. Estaba en su accionar el hablar con la gente, y hacerle ver la necesidad de organizarse para saber exigir sus derechos. Fue enfático con la clase política de la época. “No somos políticos ni gamonales…somos misioneros…sencillamente anunciadores del Evangelio…para unos será buena noticia; para otros, puño de sal que arde en gangrena abierta…”, se lee en el “Pequeño evangelio de Rutilio Grande”, que consta de 8 puntos y forma parte del libro.

Rutilio hoy en día

Han pasado 47 años del crimen del padre Rutilio, de Nelson y don Manuel. Un crimen que estremeció al pueblo salvadoreño y en particular a la Iglesia Católica, pues era el primer religioso que además de amenazarle constantemente por su trabajo, se cumplía el asesinato, como vía directa para callar una voz incómoda.

María Teresita Alfaro de la Comunidad de Cripta de Catedral Metropolitana, afirma que el legado del padre Rutilio y los laicos Nelson y Manuel, hay que valorarlo como “la ofrenda que ellos hicieron para este pueblo”.

“Las lecturas de este domingo dicen, que a pesar de que hay mucha gente que toma malas decisiones, y que esas malas decisiones son consecuencias de las situaciones sociales y políticas que vivimos, pese a eso, Dios nos ama y quiere que recapacitemos y sepamos ser como esos hombres y mujeres liberadores de esperanza”, valoró al cierre de la homilía del pasado domingo 10 de marzo.

“Hay que tomar el ejemplo del padre Rutilio y de los demás mártires, tomemos ese ejemplo de ser liberadores en los espacios en donde podamos y se nos permita”, enfatizó.

Durante la misa de este domingo, la Comunidad de la Cripta recordó el martirio del padre Rutilio y sus dos acompañantes, a la hora de las ofrendas presentaron sus retratos como muestra de que siguen presentes en este pueblo, se dijo.

Entre los asistentes a la homilía dominical estaba Jaime Enrique Guatemala, quien vive en las cercanías del centro histórico, con su camisa alusiva a los tres mártires, participó y como hace en cada visita, ofreció una oración ante el mausoleo de Mons. Romero.

Guatemala afirma que del padre Rutilio, no ha leído mucho, pero se interesa en saber más sobre su legado. “Sé que los van a canonizar, como salvadoreños eso nos alegra”, precisa.

Y destaca que la beatificación de Rutilio y sus acompañantes, desde 2022 es importante para nuestro país, que constantemente busca la paz. “En lo personal me siento muy contento porque eso quiere decir que, ante los ojos de nuestro creador, le importamos bastante…esto viene más a acrecentar la fe, entre todos los feligreses y los que no lo son, viene a encenderles esa chispita, y acompañar a una iglesia católica”, consideró.