Héctor Hernández agradece el homenaje a su persona realizado el recién pasado 10 de noviembre en la Universidad de El Salvador. [Foto EC]

Héctor Hernández y el legado gráfico de sus mundos adversos

Una de las expresiones visuales que irrumpen en el panorama de la plástica salvadoreña por su fuerza dibujística y su persistente carácter expresivo, es la del artista Héctor Hernández: su expresiva con la impronta auténtica que demuestra el bagaje amplio e infinito en la exploración de recursos, en el tratamiento de la línea, y en su aspecto más esencial como lo es el del contenido. Y es que una de las cosas más difíciles de alcanzar en el oficio de las artes visuales es el hecho de la coherencia entre contenido y forma visto desde la óptica del discurso visual en sintonía con el modo de vida. Carácter coherente que solo lo da el constante ejercicio y la práctica en la construcción de la trayectoria. Esto es Héctor Hernández en su esencia: Claridad, constancia y coherencia en el oficio a través del tiempo.

El rasgo de la línea de Hernández, en su aspecto puramente esencial, es trazo firme, repetitivo  y constructivo, que se despliega a través del espacio; sea para estructurar volumetrías y planos geométricos, o para proyectar delimitaciones y horizontes desde su cosmovisión como ente creador.

Posee la línea del artista una virtuosidad expresiva constante que delimita, no solo horizontes y construcciones de mundos desde su contacto con la realidad, sino también filosofa vida, experiencias, realidad, e identidad colectiva a partir del oficio estético y su rica tradición en el ámbito nacional.

Foto tomada de la revista  Equilibrium

Así, a nivel formal, el espacio en blanco queda dispuesto ante la concepción crítica de Hernández para estructurar bifurcaciones compositivas que aluden, -a través del trazo y la forma-, a la realidad nuestra, interpretando desde su impetuosa creatividad una realidad compleja y con múltiples matices; que, representada ávidamente en el lienzo, desde su óptica incisiva, adquiere múltiples interpretaciones por su carácter lineal, llevada así a una impronta difusa, extensa, compleja, repetitiva, y diseminadora, con la que aborda, reinterpreta y critica la realidad.

Así, nos entrega el artista un producto, un lenguaje, una cosmovisión de nuestra colectividad inmediata, todo ello fraguado desde sus procesos internos como creador, más la clara incidencia del yugo de la realidad como detonador de sus mundos adversos, cargados de expresiones dolorosas, mutiladas, metamórficas, e híbridas, construidas en su consciencia desde la aprehensión de rasgos distintivos de nuestra sociedad, y nuestra humanidad en su esencialidad.

Son pues sus obras, manifestaciones visuales contestatarias, puestas en escena a través de los elementos propios del oficio de la creación.

Ávido en el conocimiento teórico y técnico de la composición, desarrolla sus estructuras con un carácter organizativo, dispuesto en múltiples planos, -cómo en el paisaje artístico-, con una fuerte sensación de fluidez, antigravedad y expansión hacia el espacio de las estructuras y formas bosquejadas. Genera esto un efecto contrastante y equilibrado al contrapesar vacío espacial y saturación lineal; que les da a sus composiciones una atmósfera de misterio e intriga por su marcado carácter transitorio, volátil y anti gravitatorio.

Son pues, sus composiciones visuales, morfologías paisajísticas en donde lo urbano y lo rural se fusionan, teniendo como protagonistas esenciales, seres híbridos que se organizan con el entorno y narran, anécdotas, hechos históricos, y modos de vida; estando inmersos en estructuras circulares y esferas transparentes, donde hay cabida a una detallada inmensidad de seres orgánicos en su aspecto meramente formal y geométrico.
 
A nivel de contenido nos presenta Hernández unas metamorfosis de cuerpos humanos y cuerpos de animales carentes de identidad, volviéndose estos en seres difusos, en total y armonioso contraste con los escenarios paisajísticos que proyectan rasgos arquitectónicos y de paisaje, muy identitarios de nuestros campos, barrios, calles, avenidas y vida en colectividad.

Son pues en ese sentido, sus organizaciones visuales, alegorías de nuestra forma de vida, las cuales resultan dualmente bulla-silencio, y a la misma vez dolorosa algarabía, sin identidad más que nuestro diario vivir; volviéndose así en una señalización crítica y política de las injusticias, abusos de poder, y el dominio factico de unos pocos sobre las mayorías, a través de la historia.

Es pues Hernández, con su obra contestataria, un artista con una voz vigente con un discurso visual identitario dentro de las artes visuales, siendo la gráfica su trinchera por excelencia para darle un halo de vida a sus seres morfológicos; aspecto nutrido de experiencia y conceptualismo que le lleva a construir con los retazos de nuestra historia una voz firme, coherente y certera desde la plástica salvadoreña.

En su aspecto meramente filosófico y psicológico, sus seres híbridos plantean una dimensión crítica y filosófica con el ideal de llegar a ser uno consigo mismos dentro de los escenarios en los cuales se desenvuelven, al diseminarse estos en su entorno desde la acción de emerger o desprenderse de un centro, emulando el florecer en un entorno agreste, cambiante, conflictuado y agónico; trasmitiendo con ello una idea de esperanza y anhelo de cambio.

Es ahí donde nuestra salvadoreñidad, en su aspecto de imaginario social se ve representada, emergiendo, escalando, ascendiendo de entre los escombros, de entre las cenizas, de entre las crisis, y de entre los lastres económicos, históricos, y políticos que configuran nuestra identidad cultural.

Son pues sus dinámicas compositivas, vistas desde un aspecto analógico, polinizadoras transiciones espirituales, que emergen de nuestra convulsa realidad humana y social, diseminando con ello un mensaje de evolución y cambio a partir del entorno forzado e incidente.

Representan pues sus obras, una evolución metamórfica ideal, con relación a un entorno que obliga a los seres morfológicos a desarrollarse y fusionarse, siendo el resultado un nuevo ser autómata emergente, carente de identidad propia, y siendo una hibridación que el mismo trazo del creador les confirma por sus cortes bruscos, repetitivos, insistentes y yuxtapuestos, para configurarlos y darles vida propia dentro del escenario del lienzo.

Es así como Héctor Hernández ha sabido posicionarse en la palestra de la tradición visual salvadoreña, cómo un ente creador coherente, sensible con nuestra historia; historia construida con dolor, ironía, confusión, y avidez sesgada; materia de la cual ha sabido servirse -política y creativamente- para tratarla y proyectarla como contenido-realidad desde su quehacer constante, percibido esto cómo claro estandarte de reivindicación social y humanista, ante las injusticias que pesan en nuestra historia cómo nación.

Loas pues al incansable dibujante, grafista visual, y sintetizador creativo de la línea y la realidad, quien con su alto humanismo ha sabido reinventar el dibujo y el oficio, entregándonos como herencia un legado gráfico de sus mundos adversos…


Ciudad universitaria, 06 de noviembre del 2023

Carlos Rosas / Artista Visual