La Biblioteca Nacional de El Salvador está empaquetada

El nombre de la Biblioteca Nacional de El Salvador es “Francisco Gavidia”, nombre que le fue puesto en homenaje al más grande intelectual que tuvo El Salvador y cuya vasta obra abarca sinnúmero de temas. Escritor, educador, historiador, orador, traductor [hablaba alemánfrancés, inglés, italiano, portugués, hebreolatín y el griego, además del maya-quiché lengua para la que llegó a desarrollar una gramática con el objeto de popularizar el idioma]. Poeta de gran influencia sobre Rubén Darío quien ganaría el Premio Nobel en Literatura.

Nombre perfecto para la Biblioteca Nacional de El Salvador, ya que una Biblioteca es el centro del saber, que recopila en sus libros, escritos o copias de textos antiguos el acercamiento de la sabiduría mundial y local para la población en general. Una biblioteca es un tesoro que cada país cuida con esmero para las presentes y futuras generaciones. Cada biblioteca tiene conexiones con las bibliotecas de todo el mundo, por ello enriquece más sus colecciones para ampliar ese conocimiento mundial y difundirlo de diversas maneras.

Pero toda esa riqueza cultural al dictador, mal llamado presidente de El Salvador, Nayib Bukele, le importa un pito y convierte un soberbio edificio, gestionado por el gobierno antes de su llegada con China, en nada menos y nada más que en circo para espectáculos, desde donde maravilla el panorama de la Capital, San Salvador, para atractivo turístico de propios y extraños. Ese circo lo promueve como la “biblioteca nacional”, siendo que la VERDADERA BIBLIOTECA está mal empaquetada en edificios extraños, en tan mal estado que peligra el acervo acumulado durante tantos años.

No es extraño, entonces, que el nombre de la Biblioteca Nacional “Francisco Gavidia” no lo tenga colocado al frente tan ostentoso edificio, y eso porque la verdadera Biblioteca está en el sueño de los justos.

Este dictadorzuelo, a quien le importa nada la cultura, (él es analfabeta disfuncional), desde hace algunos años empezó el desmantelamiento de acervo cultural salvadoreño en todos los municipios, acervo para beneficio de estudiantes que acudían a las Casas de la Cultura, sede de las bibliotecas. Se ordenó el desmantelamiento de esas bibliotecas y en algunos casos la desaparición de las Casas de la Cultura.

¿Para qué? para que, sin bibliotecas locales obligadamente vengan a la capital a ver el circo al que le nombró “biblioteca”, circo que, como todo circo, no tiene libros y si tiene no hay permiso ni siquiera para verlos. Son libros de los que le gustan al dictador, no elegidos por alguna autoridad intelectual.

Y ya en ese campo, ni siquiera asoma el supuesto director de la biblioteca, el “escritor” Manlio Argueta, pésimo director, cuyo puesto para beneficio propio ya lo hubiera dejado, porque como “intelectual” deja mucho que desear: arrinconado en uno de los edificios que alquilan, no tiene oficina en la “biblioteca/circo”, ya debería de renunciar, pero como todos los retirados quizás no le alcanza lo que gana para su vida de “escritor laureado”.

Así el panorama de lo que fuera la Biblioteca Nacional “Francisco Gavidia”, que, repito, duerme el sueño de los justos, empaquetada sus valiosas colecciones que, con toda seguridad, no son de agrado para el show turístico montado. Pan y circo, dice la breve sentencia, y por ahora solo es circo en todos los sentidos que se le quiera ver.

Néstor Martínez

Escritor salvadoreño